Los evangelios del Adviento. Lucas 1,39-45



Evangelio segùn Lucas 1,39-45
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor".

Interpretaciòn
Lislie Zaileth Zuniga Pena

Mùsica de fondo
Logic Pro

Meditaciòn
Sr Nella Letizia Castrucci

Meditación
Los arqueólogos han identificado el lugar donde vivían Zacarías e Isabel en el pueblo de Aim Karim (Ein Kerem), que está a unos 150 km de Nazaret. Pues María, en cuanto recibe el anuncio del ángel, se pone de viaje y recorre estos 150 km, que no son pocos para cualquiera, más aún para una futura madre. Lucas subraya que los recorre “rápido”: la prisa de quien tiene una cosa hermosa que compartir y que sabe que la otra persona también tiene una alegría para participar. Es la prisa de los que experimentan a Dios, que no se puede dejar inerte, como le pasó a Abraham cuando corre a preparar una comida para los tres invitados a los robles de Mamre; como le pasó a Zaqueo cuando baja del sicómoro para acoger a Jesús en su casa; como sucedió a los pastores que, al escuchar el anuncio del ángel en la noche de Navidad, se apresuran a Belén.
La prisa de María es entonces la prisa de quien lleva en sí a Jesús, el Hijo de Dios que va a visitar a su pueblo, que no se acaba con su prima Isabel, porque, como dice René Voillaume “es propio de la naturaleza de la Virgen hacer visitas: visitar a los hombres se ha convertido incluso en una función para ella. María viene a visitarnos a menudo, como si fuéramos sus amigos, sus parientes cercanos para traernos ayuda, con la presencia humilde y discreta que la caracteriza. María nos visita a menudo, todos los días, en cada momento, en cada dificultad".
El fruto de esta visita es el “salto de alegría”. Juan en el vientre de Isabel salta de júbilo: se repite dos veces, que es como decir que es el centro de toda la historia.
Por lo tanto, el camino hacia la Navidad está constelado de pasos, de saltos de alegría, pero María nos dice que no basta con caminar, hay que ir rápido: ni siquiera basta con correr, hay que volar, como los enamorados, que ni siquiera sienten el cansancio de los “150 km” y, si lo sienten, la aman.

 

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