
Evangelio segùn Mateo 9,35-10,1.6-8
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».
Interpretaciòn
Lislie Zaileth Zuniga Pena
Mùsica de fondo
Logic Pro
Meditaciòn
Sr.Nella Letizia Castrucci
Meditaciòn
“La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos”: es una constatación que está a la vista de todos, porque, si era cierta en la época de Jesús, lo es aún más en nuestros días, donde cada vez más parroquias están sin sacerdotes, se cierran conventos y monasterios, y las iglesias están cada vez más vacías.
Esta frase también nos pregunta sobre la disposición a colaborar con el Señor, pero puede llegar a la conclusión a la que llega Jesús, que dice: “¡oren!”. Nosotros habríamos dicho más bien: “pongámonos manos a la obra, vamos a trabajar...”, porque, en el fondo, tal vez pensemos que rezar es un poco una pérdida de tiempo. En nuestros grupos parroquiales y entre los propios sacerdotes y religiosos el riesgo del activismo es muy grande, “porque hay tantas necesidades, porque hay que organizar reuniones y actividades diversas, porque...”. Todas las razones más que legítimas, pero que pueden hacernos olvidar que somos el “cuerpo de Cristo” (1 Cor 12, 27) y no simplemente entidades asistenciales o educativas, y es el señor de las cosechas el que dispone de los tiempos y la fecundidad de nuestro trabajo.
Es cierto, se necesitan brazos, pero Jesús nos dice que los brazos no son suficientes si no hay apoyo de la oración. Es la oración que obtiene el don de nuevos trabajadores y da energía a los brazos. ¿Recuerdas el episodio contado en el libro del Éxodo, en el que Moisés apoya al pueblo en la batalla, permaneciendo todo el tiempo en una montaña con los brazos levantados al Cielo? (17, 8-16)
Y luego, ¿para qué son pocos los trabajadores? Para el apostolado seguro, que consiste, sin embargo, no solo en organizar catequesis y actividades, sino en primer lugar para sentir compasión por los hermanos y hermanas cansados y agotados, llevándoles el cariño de Dios. Y el humilde apoyo de la oración y la escucha ofrecido a los que luchan, ¡tantos como pueda dar!
El tiempo de Adviento nos proporciona una oportunidad preciosa en este sentido, o al menos nos ofrece la posibilidad: depende de nosotros saber recortar el tiempo y el espacio para hacerlo, para ser cada vez más y cada vez mejores, discípulos que esperan y preparan la llegada del Señor, pero también para dar oxígeno a nuestra vida, porque, como decía el filósofo Kierkegaard, “rezar es respirar”.