Los evangelios del Adviento. Lucas 10,21-24



Evangelio segùn San Lucas 10,21-24
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!».

Meditaciòn
Hay una melodía musical que, en este periodo de Adviento, está alegrando las laudes y las vísperas de Pregaudio. Dice así: "Abre mis ojos Señor, ábreme los ojos del corazón. Quiero verte". Hemos considerado oportuno incluir esta hermosa canción en este período porque el Adviento es, por excelencia, el deseo del rostro de Dios. El Adviento es una imagen de la humanidad que desde el principio de los tiempos pide poder ver al Dios que la creó. Pero Dios, lo sabemos, no se ve con los ojos físicos, sino con los metafísicos, los ojos del corazón. Pero nosotros solos no somos capaces de encender esta vista. Somos básicamente ciegos. Por eso el canto suplica: abre mis ojos Señor. 

El Evangelio de hoy se convierte entonces en la confirmación de que Dios realmente puede curarnos de la ceguera espiritual. De hecho, Jesús se regocija hoy y dice: “Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis”. En realidad, lo que veían era a Jesús en carne y hueso que también veían los demás. Pero los demás, aunque lo vieron, no lo vieron realmente. 

El Adviento decía que es por excelencia el momento de la curación de los ojos, porque de lo contrario no podriamos ver en el Niño de Belén al Dios que se ha hecho carne. Pero si quieren el Adviento es también el Big Bang de la Historia de la Salvación que cada vez se renueva y se despliega en el Año Litúrgico. Y como en el gran Big Bang de la ciencia sólo después de 300.000 años se ve la luz, porque los fotones finalmente liberados comienzan su viaje por el universo, así el Adviento es la incubadora de la luz, son esos trescientos mil años los que esperan la Luz verdadera, la que vendrá a iluminar a cada hombre, la Luz del Niño de Belén.

 

Interpretaciòn
Lislie Zaileth Zuniga Pena

Mùsica de fondo
Logic Pro

Meditaciòn
Don Franco Mastrolonardo

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